Todos los caimanes salen del mismo pozo, en todos los regatos relincha el trueno en su trono, me cabreo de los pies a la cabeza y me arqueo cuando no la veo, besos ausentes hacen temblar al roble, me van devorando hasta un berrinche, que apaga el ascua que deja la noche en una nueva alborada, y que más da, yo con un mendrugo de pan para mi apetito de jilguero macero todas mis rabietas, y una mano de cal para pintar en las paredes que la quiero, dos de arena para hacer castillos y dar paso al poderoso guerrero, picotea el hambre en un portal sin fregar y me atraganto con el hueso de una aceituna, cuando creo que las tengo todas conmigo me atasco con el cierre de su sostén, yo quiero abrir una ventana para no confundir la mañana con la madrugada, y sentir que en esta puñetera vida todo me va bien, todo me va bien, resopla un suspiro que sale a hurtadillas de mi alcoba porque ha esparcido serrín en mi almohada, embadurna el jergón y asusta a las sombras tras las cortinas, golpea como el baston que no tiene redaños, que solo sabe cuidar rebaños, que deja un gesto almidonado cuando maúlla como un gato, y quiere más, porque le falta un pespunte y dos clavos, y no le queda ni un puto gramo de arena en el reloj, y una mano de cal para pintar en las paredes que la quiero, dos de arena para hacer castillos y dar paso al poderoso guerrero, picotea el hambre en un portal sin fregar y me atraganto con el hueso de una aceituna, cuando creo que las tengo todas conmigo me atasco con el cierre de su sostén, yo quiero abrir una ventana para no confundir la mañana con la madrugada, y sentir que en esta puñetera vida todo me va bien, todo me va bien.
Trece Forajidos – Que ladren los perros y callen las balas.
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