Tal vez fue una
horrible pesadilla, tal vez fue la luna llena, tal vez fue la primavera, desperté
de un sobresalto con el angustioso sentimiento que tenía el cuerpo hueco, yo
tenía un gran boquete en el esternón metí la mano dentro de mi pecho y descubrí
con gran horror que sí..., que no... que es que yo no, que yo no tenía corazón,
que es que no veis que no, que yo no tenía corazón. Mi corazón se me escapaba, saltaba
de mi cama, salía de mi casa se iba por ahí de farra, sería que estaba
deprimido, sería que estaba resentido, yo no sé por qué había sido pero mi
corazón se había ido... y andando, andando, se desplazan los humanos pero los
corazones se desplazan palpitando, palpitando, palpitando.... que es que no
veis que no... que yo no tenía corazón.
Que es que no veis que no, que yo no tenía corazón. Brillaba el cielo, había
luna llena, brillaba la luna, clara como el sol por la mañana, yo iba siguiendo
el corazón calle arriba y no sé por qué, empecé a romper retrovisores de los coches
aparcados. ¡Fuego al Clero! Incendié una catedral y destrocé una sucursal del
Banco de Santander...¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? Porque no tengo corazón, que
es que no veis que no, que yo no tenía
corazón. Desvalijando ancianos, asesinando perros, atropellando niños,
maldiciendo y escupiendo... me estaba envileciendo..., me estaba
envileciendo... destrozándolo todo lo
que me encontraba al paso. Y eso pasa si pierdes el corazón, que te vas
poniendo malo... me estaba sintiendo raro... ¿me estaría volviendo malo? Es que
no veis que no, que yo no tenía corazón. Es que no veis que no, que yo no tenía
corazón. Bueno, evitaré explicaros las escenas más escabrosas y macabras de un
servidor persiguiendo a su propio corazón, sin su corazón... La cuestión es que
mi corazón se me iba..., pero se me iba mucho, Se fue de la casa, salió del
barrio, de la ciudad, se metió por el viejo cementerio, luego pasó por un
chatarrero, luego otro sendero que se internaba dentro de un bosque y luego
llegó a un recodo del río donde estaba el Puente de los Suspiros y ahí, mi
corazón pues se encontraba... con otro corazón y los dos corazones se
recostaban en la baranda del Puente de los Suspiros a palpitar, a palpitar...
No, claro, eso está muy bien, claro... pero en fin... hay que organizarse... hay que organizarse... hay
que organizarse... hay que organizarse... Porque, claro, te desorganizas y...
primero se te va el corazón, pero luego se te van los riñones, o el hígado, o
cualquier otro órgano... bueno, yo ya estaba a punto de organizarme cuando, detrás de un árbol,
apareció un señor con una gabardina gris y un sombrero gris y un cazamariposas,
se subió al Puente de los Suspiros y... ¡Zas!, cazó a los dos corazones... Yo,
ya daba a mi corazón por perdido, pero de pronto, salió una chica de detrás de
unos matorrales, y le tiró una piedra a la cabeza del señor de la gabardina y
el sombrero gris y se cayó al suelo desvanecido. Entonces la chica se acercó y
se presentó... ¡Hola!, yo soy la dueña del otro corazón, que también se me
escapa mucho por las noches... últimamente, ya se sabe, que hay mucha gente que
se le escapa el corazón y pues hay otras gentes malas, que los caza para hacer
tráfico de órganos y estas cosas y yo, como tenía una piedra, pues he pensado,
tírasela, sí... sí... hay que organizarse..., claro, hay que organizarse... hay
que organizarse... hay que organizarse... hay que organizarse... hay que
organizarse... Bueno sí, y en eso, que pasaba por debajo del Puente de los
Suspiros una caravana de esclavos, y pensamos... ¡Ya esta! Vendemos el
cazacorazones al jefe de la caravana de esclavos y col el dinero que nos den,
nos da de sobra para organizarnos. Hay que organizarse... hay que
organizarse... hay que organizarse... hay que organizarse...
Albert Plà
– La diferencia
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